viernes, 15 de junio de 2007

Reportaje a Ana María Giunta



“Cuando engordé mi papá me dijo: yo te hice hermosa y vos te cagaste”
Dotada de una verborragia que da vértigo, Ana María Giunta es una actriz con todas la letras. Mucho más allá de su obesidad, en su profesión ella sabe verse esbelta y ligera. Y a la vez, metafórica y literalmente inmensa sobre el escenario. Desde el gran ventanal de su estudio asoman las pálidas luces de la ciudad. Ana María tiene la mirada cansada, quizá de haber visto que, a pesar de su constante lucha, hay cosas que no cambian. Cosas que tiene que llevar sobre sí, como si se tratara de una gran cruz cargada sobre su espalda. “Trae el cuerpo que tenés, llevate el que querés”, exhorta una publicidad, desconociendo que para muchos no todo resulta tan sencillo. “¿La verdad? No es el momento más feliz de mi vida, no estoy bien anímicamente. Estoy en una crisis existencial. Me gustaría trabajar como actriz, y de parte de los productores –en televisión y en cine- hay un silencio. No me llaman por mi hiperobesidad, y eso me duele. Me deprime mucho.”
-¿Creías que la obesidad como obstáculo era un tema superado en tu carrera?
-Yo sí lo superé, lo cual no significa que haga una apología de la gordura. Creo que hay que adelgazar para vivir mejor y más tiempo, porque ésto es una enfermedad. Pero cuando hay una persona con una dimensión como la mía, no te llaman. Si el guión no dice expresamente “obesa”, no te llaman.
-¿Quién tiene la culpa?
-Hay una legión de productores que sabían de arte, y que han desaparecido. Ahora hay mucha gente cuyo leit motiv es el rating, y el casting se hace de acuerdo al rating. Una piba con buen lomo, o la nieta de un famoso, ingresa al medio, perdiéndose en el camino mucha gente talentosa. Y los noteros corren detrás de esas minas que son famosas por las huevadas que hablan. Todo eso me enoja. Cada uno debe ocupar su lugar. Es lo mismo que yo me crea modelo porque desfilé con Piazza.
-En lo personal, ¿cómo te afectó la obesidad a la hora de relacionarte con los hombres?
-Mucho. En algún momento fui delgada, en algún momento fui la reina de los estudiantes, y de a poquito, casi sin darme cuenta, fui subiendo. Primero cinco kilitos, y después se disparó. Pasó que para los hombres, que son cazadores por naturaleza, yo no era presa apetecible. Pero conmigo se relajaban.
-Y fuiste vos una “cazadora”.
-Claro, porque conocí profundamente el mundo de ellos, y para las mujeres yo no era rival, porque era gorda. Con todo ese conocimiento, me calcé un poncho salteño, un par de alpargatas, y salí a buscar mi lugar al mundo.
-¿Cómo te respondió la sociedad?
-Las primeras respuestas fueron agresivas, pero me empecé a sentir fuerte. No trataba de ser simpática para que me quisieran. Ya no me movía como “gorda”, sino como persona. Dejé de pedir permiso para ser.
-¿En tu familia te sentiste discriminada?
-Sí, mi papá me decía “yo te hice hermosa y vos te cagaste”. Muy duro.Y mi madre le compraba ropa a mi hermana, que era muy flaca, y a mí me decía “negrita, a vos no te voy a comprar hasta que adelgaces”.
-¿Trataste de adelgazar?
-Sí. Estuve con los mejores médicos, como Ravenna. Ellos no fracasaron, sólo que yo no lo pude lograr; quizá a mí me conviene estar gorda. No te puedo decir que tengo problemas de tiroides, porque no los tengo. Soy una tipa normal a la que le gusta comer. Pero no es que me como cuatro pizzas.
-¿Te afectó sexualmente?
-No, nunca. Te dicen que una persona hiperobesa no se casa, y yo me casé pesando 134 kilos, con un hombre menor que yo y que pesaba 70 kilos. Los obesos podemos hacer todo lo que nos permitamos. A lo sumo, hay posturas que cuestan más, pero la buena relación sexual no pasa por la acrobacia.Cuando me casé con Ricardo, salí desnuda con una toalla en la cabeza del baño. Y mi marido se reía. Le pregunté de qué, y me dijo: “de lo impune que sos, te movés como si fueras la Lobato”. Yo quiero adelgazar para que no me duela tanto el cuerpo, pero nunca me sentí avergonzada.
-¿Cómo estás ahora de salud?
-Mal. No puedo caminar ochenta metros y tengo un diagnóstico de obesidad mórbida, es decir, con riesgo de muerte. Es bravo.
-¿Te da miedo?
No, pero siento que quizá este no es el momento oportuno para que yo me muera. Mis hijos no están preparados, ni mis nietos, incluso mi marido y mis alumnos. Por todos ellos tengo que seguir en la brecha. Sí, soy una atrevida. Esperé mucho de la vida, pero todavía pretendo un poco más.

Mariel Fuentes

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tremendo retrato, con final a toda y gran orquesta.


Goodfornothing.

Anónimo dijo...

"la buena relacion sexual no pasa por la acrobacia". Aplausos. Alejandro.